Saturday, June 26, 2010

Plaza de Armas


En la Plaza de Armas de La Habana

“Cuando La Habana se trasladó a su actual asiento no había periódicos, ni en Cuba se publicaban libros. De los hechos importantes se conservaba el recuerdo a veces por actas que de ellos se levantaba, o por los documentos escritos de puño y letra de las autoridades, o por sus agentes.


“De hechos acaecidos hace mucho sabemos por la tradición o transmisión de noticias, oralmente, de generación en generación. Esto quiere decir que el padre las refería a sus hijos, estos a los suyos, y se continuaba la cadena sin interrupción. Pero de los hechos así recordados se olvidan los detalles y otros se modifican, y llega un momento en el cual lo que se refiere es muy distinto de lo que vieron nuestros abuelos... o los abuelos de nuestros abuelos.


“En ocasiones alguien se encarga de escribir, y hasta de publicar, lo transmitido de padres a hijos. Pero lo que escribe, ya deformado por el tiempo, tiene más de leyenda que de historia. La leyenda, por lo general, narra los sucesos de modo que tienen más de maravilloso que de reales. La historia, como se basa en documentos escritos y en otros testimonios, refiere las cosas más de acuerdo con la verdad.



Comercios en la Plaza de Armas

“Muchas de las cosas que leerás en este libro tienen más de leyenda que de historia. Vamos ahora a referir una de ellas, cuya veracidad han negado hombres muy sabios en la historia patria. Pero si los hechos que siguen no ocurrieron, tiene tanta belleza el narrarlos que bien merecen el ser conservados como reales.

“Ya los conquistadores, después que abandonaron sus casas y sus tierras cenagosas en la boca del río Mayabeque, lugar propicio a las enfermedades y a las mortificaciones de los insectos y triste por lo poco frecuentado de sus aguas, y después de breves estancias o paradas junto a un bello río de claras y abundantes aguas, han llegado a lo que se les antoja tierra de promisión. Felices y esperanzados "los rudos hijos de la aventura" han llegado a bellísimo lugar no lejos de la orilla de una bahía hermosa y abrigada. Y mientras se entregan a breve descanso, contemplan a su frente el mar, de aguas azules y agitadas y respiran, a pleno pulmón, el aire pletórico de oxígeno.


Carlos Manuel de Céspedes
El Padre de la Patria

“El descanso de los conquistadores no será muy largo. Hay que dar gracias al Todopoderoso que ahora les brinda oasis propicio, y es necesario también designar autoridades, y celebrar el primer cabildo, y señalar el terreno que ocupara la iglesia, y el de la plaza, y el de las moradas de los vecinos. ¿Sería cosa muy fuera de juicio el pensar que alguno de aquellos esforzados pero molidos caballeros acaso contemplara, en su imaginación, el paso de los años, y las décadas, y los siglos, y que tras ellos viera alzarse en el lugar magnífica ciudad que nada envidiaría a las más bellas y ricas ciudades marítimas de España?

“Había que dar gracias al Todopoderoso. Mas, ¿dónde se alzaba el templo propicio para hacerlo? Miró en derredor el buen padre Martín y, entre muchas plantas de verde más grato que el verde de las esmeraldas, descubrió una ceiba que ensayaba alcanzar el cielo con sus ramas. Y hasta allí, debajo de la opulenta ceiba fueron los conquistadores rudos, y cayeron todos de rodillas, y las plegarias, que ya parecían olvidadas, afloraron a los labios en Homenaje humildísimo al Señor...


El Templete

“...Y la ceiba fue también la primera casa ayuntamiento. A su sombra se reuniría el primer cabildo. Aquellos hombres de lucha y de trabajo, darían a la villa, cuyas edificaciones no habían comenzado, su gobierno. La Habana tendría, por el momento, como templo y como casa consistorial, el abrigo y el amparo de una ceiba, pero tendría su alcalde, con más poder y facultades que los alcaldes de hoy; y tendría también sus regidores, algo parecido a nuestros concejales, y hasta su escribano para dar de todo fe y su alguacil para ejecutar los mandatos del alcalde.


“Dicen las historias que en 1753 el Gobernador Don Francisco Cajigal hizo derribar la ceiba, construyendo un pilar que señalase el histórico sitio, pilar alrededor del cual sembró tres nuevas ceibas. Más tarde, en 1828, otro Gobernador, Don Dionisio Vives, mandó a construir El Templete, que también conoces, derribándose las tres ceibas y plantándose una nueva en el lugar.


“En marzo de 1828 se inauguró El Templete con todo esplendor, concurriendo al acto el buen obispo Espada, del que más adelante hablaremos. En el interior de El Templete hay algunas buenas pinturas que se refieren a la primera misa y a la reunión del primer cabildo.”



La Giraldilla
aun espera que regrese.

“La primitiva plaza, llamada mientras Cuba fue de España Plaza de Armas, porque en ella se hacían las revistas y ejercicios de tropas, y hoy Carlos Manuel de Céspedes, estaba emplazada en el lugar que ocupa el Castillo de la Fuerza, trasladándose a nuevo sitio en 1559. Pero este sitio tampoco sería el definitivo, el que hoy ocupa. Mas todos esos emplazamientos no estarían a más de una o dos cuadras del actual.

“La primera iglesia de La Habana era un bohío de embarrado y guano. En 1524 le asignaron 32 pesos y desde 1519 se cobraban diezmos para la misma. Diezmos se decía a una especie de impuesto o contribución, consistente en la décima parte de los frutos obtenidos. Destruido este bohío, en 1550 se comenzaron las obras para "reemplazarlo con una iglesia de cal y canto". Pero de esta iglesia, al incendiar Jacques de Sores La Habana, en 1,555, sólo quedaron en pie las paredes.


El Canal de la Bahía

“Fue en 1574 cuando los habaneros tuvieron de nuevo su iglesia. Ya no estaba en el lugar ocupado por el bohío de embarrado y sí en donde se levantó más tarde la Casa de Gobierno. En 1666 se le reedificó y amplió. A lo que parece, este templo, dedicado a San Cristóbal, carecía de valor como obra artística. Un historiador dice que su interior, desnudo del ornato correspondiente al culto, "se tomaría por una hermosa bodega". Al volar en el puerto, en 1741, el navío Invencible, esta Iglesia Parroquial se resquebrajó de modo tal, que amenazaba ruina. Por ello fue demolida poco después.

“La Habana, pese a su orgulloso titulo de villa, durante los primeros veinte años de su fundación no fue otra cosa que un puñado de bohíos esparcidos a lo largo de la orilla de la bahía, desde el sitio que ocupa, u ocupara hasta hace poco la Secretaría o Ministerio de Estado, y aquél en el cual se levanta la Lonja de Comercio.

Un regalo de España para Cuba

“Tal era la carencia de edificios que ofrecieran comodidades y alguna seguridad, que al visitar La Habana por el año 1544, en viaje de inspección, el Gobernador Juanes Dávila, obligó a los vecinos a proporcionarle materiales para construir una casa, y lo que es más, les exigió que la edificaran. A la casa, por el que parecía sentir el Gobernador ante el desamparo del lugar, le llamaron "la casa del miedo".


“A una casa de piedra se hacía referencia en junio de 1551, pues la misma obstruía en parte el camino hacia la playa. También eran de piedras y tejas las casas de Juan de Rojas, las mejores de la villa, en las que se guareció Jacques de Sores. Habría otras de esta clase, pues el pirata rechazó los dos mil pesos que le ofrecían por el rescate de la villa, "porque era poco para tan buenas casas y tan buen pueblo".


“No eran mejores los que podríamos llamar edificios públicos. Ya dijimos que la primera iglesia era de embarrado y guano. La carnicería, en 1550 era un viejo bohío sin puertas, y la cárcel carecía de tejas.


Más comercialización

“En 1555 se hacía merced a Juan de Lobera de un solar y una caballería de tierra cerca de la fortaleza, "por cuanto él tiene allí comenzados a hacer ciertos bohíos y los quiere acabar y poblarlos".


“Durante todo su gobierno Diego de Mazariegos vivió -cabildo de abril de 1566- "casas de tablas y guano las cuales son de su Magestad".


“La Habana no progresaba en cuanto al valor de sus construcciones, si bien tenía a mano, por doquiera, buenas maderas para buques y casas, y canteras de piedras de construcción. Pero La Habana progresaba en títulos y en honores.


“En 1550 Gonzalo Pérez de Angulo fijó su residencia en La Habana. En 1556 Diego de Mazariegos, cumpliendo lo dispuesto por el Rey fijó su residencia oficial en La Habana "por ser el lugar de reunión de todas las Indias -nombre que se daba a la América- y la llave de ellas". Ya en lo sucesivo residirían en La Habana todos los gobernadores. Por último, una Cédula Real de 20 de diciembre de 1592 le concedió prerrogativas y honores de ciudad.”


26 de Junio de 1897 en el Calendario Cubano
El Presidente McKinley y Cuba

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